10/03/2005

La Doña va a clase yoga


La vita é bella.
Hoy es mi primer día de asueto después de que renuncié a mi trabajo la semana pasada. Patrick lo llamaba "ice cream money"; supuse que no valía la pena. Al parecer, algunos miembros (literalmente) del sindicato que rige mi cuerpo, se vieron complacidos con el cambio, y esta mañana me levante muy animosa.

Me puse mis pantaloncitos estrech, un sostén que aguanta vara y me fui gustosa a mi clase de yoga. No había nada que pudiera incomodar mi día. Sentada en mi tapete exhalaba yo pensameintos negativos y juicios vanos, como nos motivaba la instructura que hicieramos. Entonces llega ella, la Doña de calibre mayor y pone su tapete a 5 centímetros del mío, violando el codigo del espacio vital en clases de ejercicios, pero lo deje pasar... inhalo pensamientos positivos.

Las miradas no se hacen esperar cuando la doña platica a tono abierto con sus dos amigas, del mismo calibre que ella. Ríen y se cuentan las tragedias familiares mientras hacen "iiiiissssssssssss Ohhhhh mai gaddddddddd!" para denotar su solidaridad. La clase empieza y se callan por un rato. (es bastante difícil estar parada en una mano con la cabeza entre las piernas y seguir haciendo "iiiissssssss") . La Doña es una mujer colosal de unos 100 kilos y y 20 cms. más alta que yo; imaginen mi horror cuando al maniobrar la posición de "El árbol", ese tronco magnífico se balancea peligrosamente en mi dirección. Vi mi vida pasar ante mi varias veces.

El grado de dificultad incrementa y los nudos humanos se hacen cada vez más complicados; los vapores empiezan a subir. Es entonces cuando una violación más del código de modales en el gimnasio se rompe: a alguien le apestan las bisagras. No, no le apesta, le bufan. Adivinen a quién y adivinen quien pasó los ultimos 20 minutos de la clase inhalando vapore tungentes a escasos centimetros de su delicada nariz.

La Doña respiraba a bocanadas ruidosas y se ponía en 4 patas, revelando dos grandes manchas amarillas en sus axilas y un agujero colosal en su short de likra. Imaginaron bien, dicho agujero se me presentó peligrosamente cercano a mi cara varias veces, y en una de esas, que la Doña pierde el equilibro. Encima se me vienen una par de nalgas legendarias mientras me equilibro en un pie y un dedo de la mano. Suelo.

La clase de Yoga del infierno termina y yo huyo a las regaderas. Me envuelvo en una toalla, y me meto al cuarto de vapor, lejos de agujeros y zobacos malolientes. Lleno mis pulmones con el aceite de eucalipto que ponen en el vapor. 30 segundos más tarde, adivinen quién entra al cuarto, mostrando orgullosa sus carnes, pelos y demás... el eucalipto se vio humillado. La Doña posa sus asentaderas desnudas en los mosaicos pelones, quebrando una regla más del gimnasio, y la última que quize presenciar.

Mañana voy a espiar la clase de Yoga antes de meterme. Se me hace que mi ex jefe, en un intento desesperado por retenerme, mandó a la Doña para hacerme recapacitar.

Desodorante, gente, desodorante. ¿Porqué será tan complicado?

1 Comments:

Blogger Ministry of Silly Walks dijo...

Una sola vez fui a clases de yoga. No volví a ir. Me tocó alguien que se echaba pedos al lado. No eran apestosos, no, pero sí muy molestos.

04 octubre, 2005  

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